INTRODUCCIÓN
La resistencia bacteriana a los antibióticos es un fenóme-
no que se da desde que se iniciaron los primeros trata-
mientos con penicilina (1). De forma general, las resisten-
cias siempre están relacionadas con el material genético,
y existen dos tipos: aquellas mediadas por mecanismos
intrínsecos o presentes de forma natural en el genoma
bacteriano —AmpC o β-lactamasa—, y las mediadas por
procesos adquiridos o mutaciones en genes y que pue-
den transmitirse a través de elementos móviles del ge-
noma tales como plásmidos, transposones, bacteriófagos,
etc. (2). Este segundo tipo de resistencias se debe, por
tanto, a la presión selectiva que ejercen ciertos grupos
de antibióticos sobre las bacterias. En la actualidad, se
conocen más de 1000 resistencias mediadas por β-lacta-
masas en bacterias gramnegativas, enzimas capaces de
romper los anillos β-lactámicos, evadiendo así la acción
de diversos grupos de antibióticos (3). En un principio, se
estableció que la principal causa de aparición de resisten-
cias bacterianas era el uso inapropiado de medicamentos
antimicrobianos destinados a humanos, en especial por
la disminución de los tiempos de tratamiento y el em-
pleo de concentraciones subterapéuticas. Actualmente
sabemos que además del factor humano existen otros re-
lacionados con la medicina veterinaria o la promoción
del crecimiento y la medicina preventiva en agricultura,
acuicultura y horticultura que están disparando la apa-
rición de resistencias. Se ha estimado que solo para es-
tas tres últimas ramas productivas son generadas entre
100.000 y 200.000 toneladas/año de antibióticos (4). A
estos elementos causantes de resistencias adquiridas hay
que sumar el efecto de la propia polución ambiental sobre
los microorganismos, fenómeno que, en los últimos años,
ha adquirido especial importancia (5). La presencia de
cepas bacterianas patógenas resistentes a los tratamientos
convencionales es un problema que en las últimas déca-
das se ha visto incrementado a nivel mundial, con espe-
cial impacto en los países tanto desarrollados como en
vías de desarrollo, y con el consecuente incremento de la
morbimortalidad de la población expuesta (6).
La diarrea es una alteración del movimiento intestinal
con consecuencias sobre el número de deposiciones
—aumento—, la consistencia de estas —semisólida o lí-
quida— y su volumen por incremento del contenido en
agua de las heces. Se presenta como un mecanismo de
protección y defensa contra las anomalías, infecciosas o
no, que pueden afectar a la microbiota intestinal. En el
caso de la diarrea de etiología infecciosa, el organismo
trata de expulsar al agente patógeno con el objeto de res-
tablecer el equilibrio del entorno gástri-
co. Sin embargo, cuando este mecanis-
mo de defensa natural adquiere carácter
crónico o se presenta de forma aguda,
puede resultar incluso más nocivo que
el propio microorganismo causal, en es-
pecial por la deshidratación que puede
provocar en el individuo afectado (7, 8).
La clasificación de las diarreas como
agudas o crónicas/persistentes depen-
de de la forma de aparición, duración y
etiología de las deposiciones. Mientras
que las diarreas agudas aparecen de for-
ma abrupta, se resuelven en las primeras
cuatro semanas y se asocian a infeccio-
nes, la forma persistente presenta una
evolución de más de cuatro semanas,
puede resultar en secundarias a infec-
ciones complicadas con otras alteracio-
nes, como malnutrición, o son debidas
a defectos congénitos ligados a la diges-
tión y/o absorción (9). La diarrea agua
o SDA constituye la principal causa de
muerte infantil en países en vías de de-
sarrollo, con una media de 1 a 3 episo-
dios anuales y una mortalidad que varía
entre el 20% y el 25% (10, 11).
Existen diferentes mecanismos fisiopato-
lógicos que pueden dar origen al SDA;
los más comunes son los de carácter os-
mótico y secretor. La forma más eficiente
de diferenciar ambos tipos de diarrea es
mediante diagnóstico de exclusión de las
causas de la diarrea osmótica, que suele
deberse a la ingestión de sales —fosfato
o sulfato de magnesio—, polisacáridos
de difícil absorción —manitol o sorbi-
tol— o por déficit de enzimas presentes
en la mucosa intestinal —lactasa—. Sin
embargo, la diarrea secretora se debe a
desequilibrios en la absorción-secreción
de electrolitos u otras anomalías que
afectan a la motilidad intestinal de origen
neuro-endocrino o metabólico (12).
Entre las principales causas de los es-
tados diarreicos se encuentran los pro-
cesos infecciosos originados por virus,
parásitos y bacterias (13). Las infec-
ciones virales suelen ser especialmen-
te agresivas, mientras que un elevado
ISSN 1390-5740 Número 14 Vol. 2 (2015)
ISSN 2477-9105