para expresar al máximo el potencial de rendimiento y
calidad de bulbos de ajo al momento de la cosecha. Sin
embargo, a pesar de las condiciones climáticas y de la
importancia económica y social que posee esta especie,
su producción en el estado Mérida ha disminuido en
los últimos años como consecuencia de varios factores,
entre los que destacan la carencia de semillas certificadas
para la siembra que aseguren el desarrollo y crecimiento
de plantas sanas (2). El ajo, aunque es una planta anual,
presenta la limitante de que sólo se reproduce de forma
asexual; esto lleva a que, en ciclos sucesivos de cultivo,
se produzca una acumulación del inóculo de muchos
patógenos como, hongos, bacterias y principalmente
virus; ocasionando la reducción de los rendimientos y la
calidad, con la consecuencia de pérdidas económicas. Los
productores venezolanos de ajo hacen uso de los dientes o
bulbos de procedencia desconocida como única forma de
propagación comercial del cultivo (2). Por la importancia
económica y social que el ajo representa para nuestra
región andina y el país, es necesario prestar atención a los
factores que ocasionan pérdidas a la producción, siendo
uno de ellos las enfermedades, y entre éstas, las causadas
por los virus. Actualmente la mayoría del ajo que se
produce en el estado Mérida está contaminado por virus.
La transmisión de virus en ajo se atribuye principalmente
a la reproducción vegetativa de la especie, sin embargo,
según lo descrito por Román y Núñez (3), las principales
enfermedades virales en ajo encontradas en el estado
Mérida son causadas por especies pertenecientes a dos
de sus familias formalmente reconocidas: Potyviridae y
Flexiviridae. Entre los miembros de la familia Potyviridae
se encuentran los virus enanismo amarillo de la cebolla
(Potyvirus Onion yellow dwarf virus: OYDV), reportado
como causante de achaparramientos y reducción de
tamaño del bulbo, y el virus rayado amarillo del puerro
(Leek yellow stripe virus: LYSV) causante de mosaico en
hojas.
La familia Flexiviridae comprende dos géneros: Carlavirus
y Allexivirus. El primero está representado por el virus
latente común de ajo (GCLV), que no produce síntomas
aparentes; sin embargo, en combinación con otras especies
causa serias pérdidas de cosechas. El segundo, el género
Allexivirus, se cree que son transmitidos por los ácaros
y tienen una organización del genoma similar a la del
Carlavirus. Este género incluye el virus X de chalote
(ShVX) y las líneas de virus de ajo ((Garlic virus A
(GarV-A), Garlic virus C (GarV-C), Garlic virus E (GarVE),
Garlic virus X (GarV-X) y las secuencias parciales de otros
tres (Garlic mite-borne filamentous virus (GarMbFV),
Garlic virus B (GarV-B) and Garlic virus D (GarV-D))
(4-6), causantes de mosaicos leves en
hojas. Los autores concluyeron que todo
el ajo cultivado porta una o más de estas
especies, formando complejos que de no
causar síntomas graves pueden ejercer
efectos nocivos sobre el comportamiento
fenotípico de este cultivo, como bajos
rendimientos, calibres reducidos del
bulbo y bajo contenido de materia seca.
La sanidad del producto, muy vinculada
con la calidad, es de vital importancia
para su comercialización, sobre todo
para su exportación a otros países. Para
el saneamiento del cultivo de ajo en
nuestra región andina, además de contar
con semillas certificadas, es necesario
identificar el tipo de virus que lo afecta
en las distintas zonas donde se cultiva,
eso solo se consigue a través de análisis
inmunológicos, los cuales consisten en
una reacción bioquímica que implica
el reconocimiento del virus o antígeno
(Ag) por un anticuerpo (Ac), al formarse
el complejo antígeno-anticuerpo. Los
anticuerpos proporcionan una alta
especificidad hacia un determinado
antígeno o análito de interés. Las técnicas
inmunológicas son poco accesibles, de
costo muy elevado, sus metodologías son
complejas y requiere de largos periodos
muestras a ser analizadas. Todo esto hace
que no puedan ser utilizadas como rutina
para el control de calidad de una variedad
de plantas alimenticias en nuestro país.
Los inmunosensores electroquímicos
son sensores que se caracterizan por
presentar un anticuerpo como elemento
biológico de reconocimiento, el cual es el
responsable de la
especificidad
del sensor
y junto con un transductor electroquímico
transforman la reacción bioquímica en
una señal medible electroquímicamente.
Debido a la alta especificidad de un
inmunosensor y a la sensibilidad que
ofrecen las técnicas electroquímicas,
la detección de virus presentes en
verduras y hortalizas a través del uso de